Victor Hugo Limpias Ortiz, Ph. D.
“Mientras dure
la tormenta, bailá bajo la lluvia”
ABSTRACT
INTRODUCCIÓN
COVID-19 y la
educación
NUEVOS HÁBITOS HUMANOS
REDEFINICIÓN PROGRAMÁTICA
IMPACTO EN LA FORMACIÓN DE ARQUITECTOS
Impacto laboral
Impacto urbano
Impacto ambiental
Impacto educativo
OPORTUNIDAD DE ORO
ABSTRACT
Mientras se vive la
cuarentena de la Pandemia del COVID-19, se observa notables esfuerzos por
anticipar los potenciales, probables o posibles efectos que los fenómenos
sociales que se están viviendo tendrán sobre futuro de la educación, y
particularmente, a nivel de la disciplina de la arquitectura y por inercia, sobre
el futuro de la educación de los arquitectos. En este marco de especulaciones
legítimas que además se desarrollan en un escenario de incertidumbre, este
ensayo no se concentra en los desafíos didácticos y pedagógicos que enfrenta la
formación de las nuevas generaciones de arquitectos, sino que prefiere profundizar
al respecto de las competencias, criterios y enfoques que pudieran orientar esa
educación profesionalizante, de interés especial para docentes, estudiantes de
arquitectura y gestores académicos. Para ello, se describe y analiza la
potencial renovación de los escenarios profesionales que podrían definirse como
consecuencia del impacto espacial y funcional, a nivel urbano y arquitectónico,
provocado (o motivado) por los confinamientos sociales prolongados que se están
viviendo en todo el mundo. Primero, se sintetiza los aspectos generales que
resultan relevantes al tema, para después describir y analizar diferentes
aspectos inherentes o significativos para la disciplina, la teoría y la
práctica de la profesión, y terminar comentando sobre los potenciales impactos del
confinamiento en la arquitectura y el urbanismo, con su subsiguiente efecto en
la formación de los arquitectos.
Por razones obvias, el
presente ensayo se concentra en aquello con potencial de cambio global y no en
las muchas actividades y relaciones humanas en donde su continuidad relativa es
predecible, especialmente en lo filosófico y religioso, lo político e
ideológico, lo ético y lo moral. Se reconoce que no tiene mucho sentido esperar
mayores cambios en estos aspectos, en los que evidentemente se concentran
quienes insisten en que la Pandemia no cambiará al mundo, planteando algunos
que hasta podría empeorarlo.[1]
Mientras este ensayo analiza aspectos diferentes a los que motivan-o
preocupan-a esas premoniciones casi fatalistas tampoco toma en cuenta la serie
de teorías conspiracionales que intentan explicar lo ocurrido más allá de la
probabilidad natural, anticipando catástrofes de diverso cuño. El autor se concentra
más bien en aquellos aspectos actitudinales en donde los cambios parecen
(algunos se observan empíricamente) inevitables o altamente probables y cuyos
efectos sociales y culturales parecen resultar relevantes para la disciplina de
la arquitectura en su sentido más pragmático. En todo caso, lo comentado en las
siguientes líneas se basa en la idea positiva de que “cada incertidumbre es un
nuevo potencial futuro”. [2]
INTRODUCCIÓN
La veloz y mortífera propagación del COVID-19 sorprendió al
mundo, tomando desprevenidas a las naciones más ricas y poderosas con la misma
contundencia que lo hizo con naciones en desarrollo como Bolivia. Las
cuarentenas o confinamientos han tenido un impacto integral en casi todos los
aspectos visibles de la sociedad contemporánea. La Pandemia hizo posible lo que
parecía imposible, abriendo puertas que parecían cerradas, despertando
esperanzas donde no cabían, causando zozobra y temor en una escala jamás vivida.
Pero así como los humanos fueron forzados a cambiar sus hábitos más
consolidados, perdiendo de improviso el contacto físico con sus familiares y
amigos, y dejaron de salir libremente a las calles a la hora que quisieran, han
descubierto que pueden trabajar en casa masivamente, que son capaces de
mantener vínculos emocionales por otros medios, que el cambio ambiental es
posible y que la educación virtual puede ser una alternativa universal y no
limitada a grupos minoritarios o especiales. Literalmente, de la noche a la
mañana, buena parte de la humanidad empezó a trabajar, estudiar y comprar en
línea, en escalas jamás vistas antes. En semanas, el confinamiento global
provocó cambios brutales en las conductas y hábitos de las personas en todos
los países del mundo, independientemente de su cultura, su religión, su nivel
educativo, religión, productividad, vocación laboral y costumbres ancestrales.
Se enfrenta todos estos temas en medio de la pandemia y de la
cuarentena, cuando aún la incertidumbre, la pena y la confusión afectan a la
Humanidad en general y a Bolivia en particular, por lo que este ejercicio
analítico debe comprenderse como un ejercicio reflexivo que no busca respuestas
concretas, sino que plantea preguntas y propone escenarios que contribuyan al
proceso de redefinición disciplinar que, inexorablemente, el autor estima que
ocurrirá, más temprano que tarde, al margen de los esfuerzos que intenten los
diferentes establishment -local,
nacional y global- por preservar el orden previo.
COVID-19 y la Educación
Una de las actividades sociales más afectadas por la Pandemia
ha sido la educación, escenario en donde participa directamente una quinta
parte de la población mundial, es decir, más de mil trescientos millones de
niños y jóvenes en la educación primaria y secundaria, más de 200 millones de
universitarios el 2016 (UNESCO, 2019 y www.monitor.icef.com: 2018), y alrededor
de 90 millones de docentes y 15 millones de administrativos. De todos ellos, el
70% dejó de asistir o trabajar en escuelas, institutos y universidades en todos
los continentes a partir de febrero de 2020, realizando muchos de ellos un enorme
esfuerzo para continuar virtualmente con las clases.
El que la mayor parte de las actividades educativas en el
mundo se estén desarrollando en el marco de la virtualidad durante la Pandemia es,
sin duda, un fenómeno extraordinario y desde toda perspectiva, de carácter
revolucionario. Hasta enero de 2020, la mayor parte de los procesos educativos
se desarrollaban bajo el modelo presencial, con algunas experiencias virtuales,
a distancia o híbridas (mixtas). La condición estructural de la educación en el
mundo cambió en menos de dos meses, gracias a las tecnologías de la
comunicación y al desarrollo de herramientas amigables, enormemente
facilitadoras de procesos de interacción humana útil para procesos de enseñanza
y aprendizaje.
El que hoy día centenares de millones de niños, jóvenes y
adultos de todas las edades se encuentren inmersos en procesos de educación,
formación, instrucción y capacitación enteramente de tipo virtual no es un
fenómeno cualquiera, pues al margen de una serie de dificultades iniciales,
millones de docentes en todo el mundo finalmente se involucraron, a las buenas
o las malas, en un modelo sobre el cual buena parte de ellos tenía sus
reservas, que en algunos casos, eran radicales.
Nunca antes en su larga historia, la educación formal e
institucionalizada ha enfrentado tan violentamente semejantes desafíos
estructurales. En poco más de dos meses ha quedado claro que el potencial
impacto de la cuarentena global implica todos los aspectos inherentes a la
educación: conceptualización, diseño, planificación, operación, capacitación,
evaluación y financiamiento, a nivel general y particular, incluyendo a todos
sus actores: estudiantes, docentes, administrativos, además de su gigantesca y
diversa clientela social directa (ciudadanos, gobiernos, padres, profesionales,
empresas, instituciones) y destinatarios finales (sociedad, cultura, economía,
industria y tecnología). Para quienes participan activamente en la educación,
queda claro que no se vive hoy una coyuntura pasajera o una experiencia efímera
que dejará unas cuantas lecciones antes de retornar a la “normalidad” y
recuperar la mayor parte de lo que el COVID-19 obligó a abandonar. Resulta cada
vez más evidente que las cosas nunca volverán a ser igual, y que no se trata de
un cambio parcial, sino integral.
En ese marco debiera resultar esperanzador reconocer que la
educación está teniendo la mejor oportunidad en décadas para reconectarse
estructural e integralmente con la sociedad en su conjunto. Décadas de
cuestionamientos sociales de diversa naturaleza, a la calidad y pertinencia de
la educación y capacidad de los educadores, que van desde acusaciones de
aislamiento y divorcio con la realidad hasta la construcción encubierta de
aparatos discursivos tan diferentes como
aquellos de tipo subversivo, o promotores del individualismo o de enfoque
mercantilista, pueden finalmente encontrar la posibilidad de obtener una
respuesta positiva en diversos frentes. Esta oportunidad puede, adecuadamente
planteada, salvar su desorientación estructural y reasignar a la educación su
rol de transformadora propositiva-y positiva-de la sociedad, sin descuidar los
intereses y las preocupaciones filosóficas, sociales, científicas y
tecnológicas que le son tan caras a la diversidad de actores, individuales e
institucionales en donde ella se desarrolla formalmente.
Las durísimas imposiciones impuestas por la cuarentena han
generado condiciones extraordinarias para que la educación restablezca su
vínculo con aquellas demandas de la sociedad con las cuales parecía
desconectada, tercamente distante y en no pocos casos, obcecadamente opuesta,
motivada por discursos de diverso origen filosófico y político-ideológico. Casi
a la fuerza, la educación encuentra ahora oportunidades invaluables para analizar
con rigor esa generalizada preocupación colectiva, de diverso tipo
(filosóficas, sociológicas, culturales y tecnológicas) que desde hace años
justificaban y le exigían una redefinición de enfoque, de perspectiva y de
propósito para la educación, tanto a nivel general como particular o
especializada . De pronto, los temas importantes, postergados por décadas, parecen
hoy ganar fuerza y encaminarse con urgencia hacia lo que se pensaba incorporar
mañana-luego de un sesudo análisis que no terminaba nunca-y se adoptan sin
reticencias e incluso, con entusiasmo. En definitiva, la educación está en
ciernes de afirmarse nuevamente a través del potenciamiento que implica el
restablecimiento de su vínculo social, dejando atrás años de atraso conceptual,
alienación social y anacronismo tecnológico.
En lo particular, la educación, formación y capacitación en
arquitectura, como expresión académica disciplinar, no escapa a las
generalizaciones previas, y el presente ensayo intenta explicar las razones que
motivan esta sentencia, que reconoce que esta oportunidad de transformación y
potenciamiento vale la pena ser aprovechada en su dimensión más integral
posible. Para ello, se comenta al respecto del potencial programático de los
nuevos hábitos sociales en desarrollo y su impacto disciplinar, gremial y
laboral, buscando identificar, en cada caso, alternativas posibles para definir
nuevos enfoques, perspectivas y propósitos para la educación de las nuevas
generaciones, así como para la capacitación y actualización de las actuales,
incluyendo la generación docente.
NUEVOS HÁBITOS HUMANOS
Las cuarentenas impuestas en diferentes países rompieron en
instantes décadas de desarrollo sostenido de una serie de tradiciones modernas
y contemporáneas. Fiestas, celebraciones y encuentros diarios, semanales,
mensuales o de temporada, entre familiares, amigos, colegas de trabajo y de
grupos formales e informales desaparecieron del escenario social material,
restringidos a pantallas de teléfonos celulares, computadoras o televisores. La
cercanía física, incluyendo los diferentes saludos y miradas sociales,
fraternales y cariño, sólo puede manifestarse a través de palabras amables de
despedida y emoticones. Centenares de miles de espacios de encuentro social han
quedado vacíos, millones de tiendas y oficinas de todo tipo han tenido que
cerrar por semanas o meses. En buena parte de las ciudades, las avenidas, calles
malecones y bulevares de todo el mundo sólo son recorridos por personajes y
vehículos autorizados; los aeropuertos, estaciones de trenes y autobuses,
otrora abarrotados de miles de personas, se ven vacíos o con alguna fila que
respeta la “distancia social” el más nuevo concepto urbano, expresión patética
del miedo y la preocupación generada por el nuevo coronavirus. Incluso cuando
algunas de estas actividades ha vuelto a ser permitida, las condiciones en las
que se están reactivando no son las mismas, y a ellas solo ha regresado una
porción reducida de habitantes.
Al menos dos terceras partes de la Humanidad, alrededor del
planeta y sin distinción de PIB, calidad de vida, nivel educativo, religión,
balanza de pagos y poderío científico, tecnológico y militar, han aprendido-o
están aprendiendo-nuevos hábitos en casa y en los pocos edificios que se
mantienen operando (hospitales, centros de abastecimiento, industrias y
servicios estratégicos). Esos nuevos hábitos globales de trabajo, de
relacionamiento, de comunicación, de consumo, de capacitación, de gestión, de
promoción, de movilización, de celebración, de oración, de recreación y ocio,
tanto a nivel individual o de grupo, presentan elevadas probabilidades de
consolidación, una vez que el ser humano sólo necesita 3 semanas para convertir
un nuevo hábito en una práctica irracional, y sólo 3 meses para convertirlo en
práctica estable. Esto se afirma aún más cuando la motivación principal es
particularmente afín al individuo, como es el caso de su salud y su bienestar.
Considerando que la práctica de estos nuevos hábitos será, durante varios meses
oficialmente motivada e incentivada publicitariamente por los gobiernos de todo
el mundo y emocionalmente impulsada y exigida por la sociedad en general, su
consolidación mayoritaria es de esperar.
En general, la mayor parte de los ámbitos de la actividad
humana se desarrollan de nuevas maneras: el trabajo y la educación, dos
actividades en donde se desenvuelve cotidianamente la gran mayoría de la
población, se desarrollan hoy bajo condiciones jamás vistas: sea en su
manifestación (si se ejecuta o no, voluntaria o involuntariamente) o modo de
ejercicio (virtual o bajo controles sanitarios radicalizados). Otras
manifestaciones colectivas de intensidad cotidiana, como la recreación, se
manifiestan fuera de los escenarios especialmente diseñados para albergarla
(plazas, parques, cines, estadios, gimnasios), mientras otras, como el comercio
y la gestión pública y privada, se desarrollan con enormes limitaciones, en
muchos casos limitadas a plataformas virtuales, o siguiendo protocolos de
higiene rigurosos y bajo limitaciones de horario y tipo de atención. Incluso
las industrias y servicios de carácter estratégico se desenvuelven con
limitaciones de diversa naturaleza, a pesar de cumplir protocolos de
sanitización permanentes. Los grandes espectáculos musicales y deportivos, así
como las celebraciones religiosas han desaparecido temporalmente, al menos de
los grandes espacios y edificios que fueron construidos para albergarlos.
Paralelamente, plazas, parques, centros culturales, galerías de arte y museos
han cerrado o limitan severamente las visitas, y de manera general se han
cancelado las grandes celebraciones o encuentros culturales, religiosos,
cívicos y políticos, rompiendo en algunos casos, siglos de tradición
ininterrumpida.
Las exigencias de protección personal (barbijos y lentes), distanciamiento
social, de higiene personal y desinfección edilicia y urbana, con todos sus
detalles e impacto urbano y arquitectónico, ha vuelto difuso el límite entre lo
público y lo privado, reduciendo drásticamente este último concepto, tanto a
nivel edilicio como en lo relativo a prácticas sociales. Con la imposición-vía
leyes, normas y mecanismos de control estatal y social-del bienestar colectivo
por encima de algunas libertades individuales consideradas previamente como
derechos inalienables, miles de millones de personas permanecen en sus
viviendas la mayor parte del día, inhibidas-sea por miedo o por ley-de salir
libremente, salvo en condiciones de excepcionalidad, definidas básicamente por
el estado y raras veces por el mismo individuo, sometido a una combinación de
poderosas fuerzas colectivas.
Es evidente que ciertas pérdidas causadas por las cuarentenas
y sus respectivos procesos de confinamiento son temporales, entre ellas, la
pérdida del saludo cordial y el abrazo afectuoso con familiares, amigos,
vecinos y colegas de trabajo, así como los contactos y posibilidades de
comunicación directa con la mayor de los miembros de la comunidad. Es
predecible que el congelamiento actual de la necesidad humana, cultural e
históricamente incentivada, de relacionamiento social, limitada al contacto
visual lejano o a la virtualidad, será superada en algún momento. Lo mismo
ocurre con la movilidad de los humanos, reducida al mínimo exigido por el
abastecimiento para la subsistencia alimentaria, la atención de salud y el trabajo
estratégico autorizado; ella volverá, tal vez algo matizadas, a la normalidad.
Pero también es razonable predecir que varias actividades
humanas, ahora congeladas o virtualizadas, no volverán al pasado y darán un
salto significativo, acogiendo con agrado las potencialidades de la
digitalización, descubiertas a la fuerza e incorporadas masivamente durante la
cuarentena. El trabajo virtual, limitado previamente a empresas de vanguardia,
será sin duda uno de las alternativas laborales que continuará su ascenso en la
mayor parte de las actividades profesionales y de servicio. El comercio es otro
escenario que difícilmente volverá a ser el mismo después del COVID-19. Contrataciones
y ventas online implican mucho más que cambios laborales y comerciales: cuando
ellas se masifiquen globalmente, una vez se potencien las nuevas plataformas y
se ejecuten las decenas de miles de ideas de negocios que han propiciado las
cuarentenas, terminarán afectando las vidas de la mayoría de las personas e
incluso, hasta el futuro de las ciudades, pues vivir en ellas dejará de ser una
obligación para obtener mejores empleos o dirigir negocios. En ese marco,
resulta obvio que los actores responsables de la educación en todos sus niveles
y con todos sus actores, no dejarán atrás las enormes e infinitas posibilidades
y oportunidades que han descubierto que ofrece el aparato tecnológico digital
universal.
REDEFINICIÓN
PROGRAMÁTICA
Lo anteriormente descripto permite anticipar consecuencias
mediatas y futuras a algunos de los programas y tipologías más
significativas-desde la perspectiva laboral-para los arquitectos. Al respecto,
no es razonable esperar cambios inmediatos, pues todo en la disciplina demanda
tiempo para consolidarse espacialmente, ni tampoco tiene sentido esperar que
las tecnologías, materiales, métodos y técnicas constructivas sean
reemplazadas. Nadie espera que los cambios abarquen a las mezclas de argamasa,
los encastres de madera, el modo de apilar ladrillos en hiladas, al uso de
grúas, mezcladoras de hormigón o métodos para estimar el costo de las obras, ni
tampoco los métodos y procesos de diseño, desde la conceptualización y análisis
directo o indirecto con el comitente hasta la gestión financiera, contratación
y ejecución de cada obra. Los cambios que potencialmente pueden venir se deben
esperar en otros aspectos, mas “blandos”, de carácter esencialmente epistémico,
valórico y simbólico. No es poco: la arquitectura depende mucho más de lo
subjetivo (inmaterial) que de lo objetivo (material), como la literatura
depende más de las ideas del escritor, que del tipo de tinta y el papel.
Aunque cualquier cambio deberá esperar, es lícito suponer que
el modo en que se diseñan las viviendas, los edificios e incluso las ciudades,
ameritan un redireccionamiento de enfoque, el cual debe ampararse en nuevos
criterios, los cuales sólo podrán surgir de los resultados de investigaciones
que aún no están realizadas o recién están planteándose. Las obviedades propias
de todo trabajo profesional ha provocado que muchos hayan olvidado que los
problemas arquitectónicos y urbanos se enfrentan y se resuelven en base a
criterios y paradigmas previamente establecidos, desarrollados dinámicamente
durante décadas, cuyos cambios son generalmente permanentes pero limitados a
avances puntuales.
La probabilidad de que buena parte de las tipologías hoy
enfrenten la necesidad de replantear sus criterios de base exigirá tanto una
fase de cautela transicional muy significativa como implique una fase de
reprogramación paradigmática de mediano y largo plazo. Ambas situaciones
exigirán a las escuelas de arquitectura, a sus docentes y estudiantes, una
serie de esfuerzos intelectuales para los que la mayoría no está preparada
tanto metodológica como actitudinalmente. Es previsible una crisis profunda en
la disciplina y en las escuelas como consecuencia de la dispersión que
generarán las divergencias, contradicciones y conflictos que motiven las nuevas
realidades sociales y culturales que derivarán de las cuarentenas. No todos
reaccionarán igual, surgirán conservadores extremos y vanguardistas radicales
con todo el espectro intermedio, pero eso ocurrirá con una falta significativa
de referencias claras: la emoción en todas sus facetas tiene gran potencial
para estar mucho más presente que la racionalidad, severamente recortada por la
modificación estructural del escenario teórico.
Uno de los primeros espacios donde ese escenario conflictivo
aparecerá será posiblemente en el de la vivienda, foco vivencial de la mayor
parte de los seres humanos durante semanas. El elevadísimo grado de experiencia
residencial que se ha vivido motiva a sospechar que el diseño de las viviendas
sufrirá un impacto importante, especialmente en las variantes de residencias de
medianas y grandes superficies, incluyendo tanto a residencias familiares como
a conjuntos multifamiliares. Aunque es temprano anticipar si el sacrificio de
superficie útil en los apartamentos de edificios multifamiliares o condominios
cerrados, realizado en beneficio de mayor superficie de áreas comunes, se
mantendrá o no como criterio dominante en el futuro, es previsible que habrá
cambios en los próximos emprendimientos. Será decisivo para incentivar ello la
prohibición de uso de esas áreas comunes de recreación y ocio durante la
cuarentena, la cual no podrá ser fácilmente ignorada cuando se inicie el
proceso de diseño de los nuevos complejos habitacionales, ni por los
desarrolladores ni por quienes las adquieran. Tal como en este ejemplo, es
razonable esperar que la vivencia prolongada y constante de la vivienda durante
la pandemia imponga nuevas demandas y
respuestas de diseño en las diferentes tipologías residenciales y conjuntos con
ese fin. Por otro lado, a pesar de que las limitaciones económicas inherentes a
la vivienda social son muy difíciles de superar, las lecciones y costo social
de la Pandemia inexorablemente llevarán a un replanteo de las condiciones de
superficie y características, sino del modelo mismo de vivienda social o
mínima. Fenómenos de revisiones diversas se puede anticipar respecto del tipo
de vivienda integral o de gran escala, el cual muy probablemente sufrirá los
cambios de prioridades de sus programas, normalmente complejos y generosos.
Los cambios que puedan demandarse en los tipos de oficinas
son impredecibles, yendo desde la revisión de las superficies “ideales” de
vestíbulos, salones de reuniones, tipos de oficinas, sanitarios, depósitos;
pasando por la reformulación de accesos y circulaciones, llegando incluso hasta
la revisión de la pertinencia de la oficina colectiva, abierta o de cubículos,
estándar casi obligado en los últimos años. Lo mismo ocurre con las tipologías
del comercio, en todos niveles y escalas; y por supuesto, con los bancos, las
oficinas públicas y ni qué decir, los complejos deportivos, centros de cultura,
esparcimiento y de culto, por mencionar algunas de las tipologías más tradicionales
de la profesión. Sin necesariamente haber retornado “a cero”, varias de esas
tipologías sufrirán replanteos de diversa naturaleza y es perfectamente posible
que tales cambios se vayan proponiendo y definiendo durante años, una vez que
el proceso ensayo-error-corrección será global y en el mismo participarán miles
de arquitectos en todo el mundo. En general, se puede esperar que la disciplina
empiece a vivir un extraordinario y masivo replanteamiento tipológico en la
próxima década al menos.
No sabemos hasta qué punto tendrá un impacto en la disciplina
el desarrollo exponencial de la inteligencia artificial, en cualquiera de sus
versiones (automatización, robótica, impresión de paneles, virtual analysis,
etc), pero es lícito esperar que en algunos ámbitos encontrará oportunidades
interesantes para concretizarse. Felizmente para el gremio, la escala de acción de la
disciplina resulta demasiado colosal como para que ese tipo de tecnologías impacte significativamente
en las oportunidades laborales de los arquitectos en las próximas décadas como
algún agorero señalaba. El que anualmente se construya entre 130 y 150 millones
de viviendas y edificios, se intervenga en otras varias decenas-imposibles de
establecer siquiera con aproximación-de millones de proyectos y otros millones
de servicios disciplinares, asegura oportunidades de trabajo para millones de
arquitectos en todos los países.[3]
Sin embargo, si es razonable anticipar que la “excesiva” cantidad de
arquitectos per cápita en países como Bolivia, aliada al incremento de la
productividad individual, asociada con el potencial tecnológico, la eficacia
corporativa y la fuerza financiera, puede terminar concentrando en unos pocos miles
buena parte de las oportunidades profesionales más atractivas. El teletrabajo y
el telecomercio, potenciados durante esta cuarentena, en este nuevo escenario
laboral son un factor de doble filo: así como ya han abierto oportunidades
globales de trabajo, también definen una competitividad globalizada, en donde
naturalmente, los más competentes tienen mejores posibilidades de participar
activamente. Paradójicamente, la inequidad podría incrementarse a nivel
profesional de manera paralela a la ampliación de las oportunidades.
En este marco, se estima que la industria de la producción
arquitectónica nunca más sea la misma, al menos en cuanto a la gestión de diseño de los proyectos de
escala significativa. La cultura del taller o estudio, sacrosanto espacio
fraternal de los arquitectos, sacrificado durante semanas y meses, tendrá
enormes dificultades para retornar al estado original ya que no podrá ignorar
las ventajas del trabajo colaborativo online, hasta hace tres meses limitado a
experiencias puntuales de contrato fijo o efímero. Es evidente el atractivo que
ofrece la posibilidad de trabajar con el máximo nivel de competencias y
capacidades posibles, apoyado en softwares colaborativos (e.g. ©Revit), archivos en la nube y teleconferencias, en
experiencias online que han propiciado el desarrollo de nuevos liderazgos, de
nuevas maneras de asegurar la eficiencia de los procesos en línea
caracterizados por la simultaneidad, y han permitido descubrir el potencial del
nuevo modo de diseñar, balanceando con inusitada flexibilidad, lo programado
con lo imprevisto, reinventando la eficacia de la producción arquitectónica.
Vivencias como compartir, sistematizar, colaborar e
intercambiar, aprovechando la simultaneidad, revisión en línea y otras experiencias
laborales con los que buena parte de los arquitectos estaba poca familiarizada,
se han experimentado en gran escala y a nivel global, gracias al confinamiento.
El conjunto de ventajas que ofrecen los procesos de diseño colaborativo en
línea, visibles antes solo para algunas grandes firmas internacionales, ha sido
reconocido en estas semanas de confinamiento por miles de estudios, empresas y
corporaciones vinculadas a la arquitectura que hasta enero se habían mantenido
al margen de este tipo de procesos, sea por razones de comodidad, tradición o
simplemente, porque no tuvieron la oportunidad o necesidad de vivenciarlos. El
que se hayan experimentado en masa los procesos y reconocidas sus ventajas, torna fácil predecir que terminarán definiendo
el modo de trabajar en el futuro inmediato, imponiéndose finalmente en una
profesión mucho más conservadora que lo que ella parecía.
IMPACTO EN LA FORMACIÓN
DE ARQUITECTOS
Desde la perspectiva de la formación de los arquitectos, se
reconoce tres impactos potencialmente significativos para que sean tomados en
cuenta: el impacto laboral, el impacto urbano y el impacto ambiental, tres componentes
estructurales, explícitos e implícitos de la formación disciplinar. Esa tríada
aparenta traer consigo un paquete de cambios con implicaciones importantes en
el quehacer profesional, y dado que la educación de los arquitectos, por
principio, necesita vincularse lo más estrechamente posible a la praxis
profesional, sea la erudita, sofisticada y de vanguardia o a la empresarial,
comercial o de mercado, es lícito anticipar que le es importante conocer a qué
atenerse al respecto. Un cuarto impacto afecta a la propia formación de los
arquitectos, y puede denominarse impacto educativo del COVID-19; se refiere a
los desafíos intrínsecos que ya está provocando la virtualización del currículo
académico de las escuelas de arquitectura.
Impacto laboral
Este nuevo escenario parece estar redefiniendo al trabajo,
re-categorizando drásticamente el modo en como el ejercicio laboral será
percibido durante algún tiempo por parte de la sociedad. El temor colectivo a
la infección y sus riesgos, así como la imposición de normas de higiene
radicales por parte de los gobiernos, está definiendo tres grandes tipos-perceptivos-de
ejercicio laboral: el trabajo online por un lado, desarrollado en casa, con
bajo riesgo de infección; el trabajo ejecutado en oficinas o espacios higiénicamente
controlados y con bajo o poco contacto con el público, en donde el riesgo
resulta mediano; y el trabajo en edificaciones de uso público masivo y en espacios
abiertos, con elevado riesgo de infección, a pesar de las rigurosidades de los
protocolos de desinfección e esterilización, en donde se incluye los trabajo
vinculados al transporte de bienes y servicios. Si bien atender y plantear
respuestas al último tipo atañe principalmente a diseñadores industriales o de
automóviles, los primeros dos tipos son-o terminan siendo-responsabilidad de
los arquitectos, en mayor o menor medida, directa e indirectamente.
En un marco de percepción renovada del trabajo, de enfoque básicamente
espacial y divorciado del enfoque económico, administrativo o social, los arquitectos
enfrentan un nuevo desafío epistémico, una vez que varias de las preocupaciones
funcionales -inevitablemente tecnológicas- vinculadas a la salud humana, que se
limitaban a edificaciones de tipo hospitalaria, tienen hoy que proyectarse a otras
tipologías, hasta ahora ajenas a tales preocupaciones. De la misma manera, la
cuarentena ha forzado al cambio de varios de los criterios e indicadores de
eficiencia y eficacia laboral, lo que inevitablemente implica cambios en los criterios
y valoraciones empresariales e institucionales para la contratación de
arquitectos, sea cual fuere su especialidad. No hay que olvidar que el
analfabetismo digital, en cualquier escala y de cualquier tipo, tolerado
durante al menos dos décadas en la disciplina, difícilmente encuentre oportunidades
laborales en el futuro inmediato.
Impacto urbano
A pesar de presentarse como el impacto más visible de la
cuarentena, con decenas de miles de aldeas, pueblos, ciudades y metrópolis
silenciadas y mediáticamente presentadas como la imagen representativa del
miedo al contagio y el poder gubernamental, es el más difícil de anticipar en
cuanto a su potencial o probabilidad de cambio. Las calles, avenidas y
autopistas vacías son lo de menos, pues ellas volverán a ser usadas en los
próximos meses, y aunque las plazas y
parques tal vez se usen u ocupen con menores aglomeraciones a las habituales,
hay una serie de cambios urbanos potencialmente posibles, algunos de ellos muy
difíciles de digerir bajo los paradigmas actuales, y otros no solamente fáciles
de aceptar, sino totalmente bienvenidos. Los primeros análisis del inicio de la
Pandemia apuntan en Europa a los sistemas de transporte público como uno de los
factores aceleradores de la misma, lo que exigirá investigar el grado de
responsabilidad que tienen las estaciones de trenes, tranvías, metros y
autobuses en la dispersión veloz del COVID-19, implicando nuevos enfoques y
actitudes al respecto de la masificación de los sistemas de movilidad urbana.
Ello, simultáneamente, exigirá revisar tanto el potencial “saludable” (en
relación al contagio) de la bicicleta como del automóvil particular,
especialmente en la versión hibrida de éste último. Una suerte de “nuevo
balance” entre los sistemas públicos y privados de transporte urbano podría
empezar a analizarse. Los grandes equipamientos urbanos también están en el
tapete en cuanto a su escala, distribución y atractividad urbana y
metropolitana: estadios, salas de cine y teatro, centros comerciales y los
mismos edificios de uso público, sean gubernamentales o empresariales. No se
salvan del escrutinio los mercados de calle, calles comerciales, calles rosas,
bulevards y rincones gastronómicos, sólo por mencionar algunos núcleos urbanos
tradicionalmente densos. Un “nuevo
higienismo urbano” es previsible, considerando que la amenaza del nuevo
coronavirus puede ser solo el inicio de procesos similares.
El potenciamiento del trabajo, el comercio y los servicios
profesionales en línea, parecen no favorecer a las ciudades, centros críticos
para la propagación del virus por sus altas densidades, transporte público
masivo y relaciones laborales y comerciales de gran escala. Algunas de las
tendencias generadas por el COVID-19 podrían comprometer el crecimiento
sostenido que las metrópolis han tenido durante las últimas décadas. En un
escenario post-pandemia las ciudades podrían no resultar tan atractivas como
antes, pues ha quedado en evidencia que se pueden desarrollar centenares de
actividades laborales fuera de ellas, en los pueblos, el campo y las periferias;
siendo solo necesaria una buena conexión a Internet, una red que precisamente
se encuentra en ciernes de dar un enorme salto en velocidad y en accesibilidad
universal con las redes de satélites de libre acceso que se están montando
justamente este año. Con esos antecedentes y sin considerar el gigantesco
impacto que tendrá la concretización de las miles de ideas de negocios que se
han gestado en los confinamientos, el nuevo escenario global ofrece
oportunidades extraordinarias para la investigación
urbana y con ello, para la innovación, sin olvidar que los cambios
estructurales que ha sufrido la urbanidad,
como concepto social crítico, también propiciará nuevos enfoques y
posicionamientos, que los arquitectos no podrán ignorar.
Impacto ambiental
El sacrificio que la Humanidad ha hecho ha tenido un impacto
notablemente positivo para el medio ambiente a nivel planetario. Aguas limpias
en ríos, lagunas y playas contaminadas durante décadas, aire limpio y paisajes
libres de smog en ciudades ya acostumbradas a respirar aire cargado de
partículas nocivas, animales de todo tipo paseando libremente por el campo, las
playas e incluso, en las calles de pueblos y zonas periféricas de las grandes
metrópolis. La pandemia ha demostrado que el cambio climático es posible y que
no se necesitan décadas para asegurar un futuro ambientalmente sostenible para
las nuevas generaciones. Esa constatación sin duda que impulsará con potencia
los esfuerzos por definir políticas ambientales responsables, implementar energías
limpias e imponer medidas restrictivas a la contaminación en el futuro cercano.
El diseño y la construcción de edificios y viviendas, así como la construcción
de la infraestructura urbana y la implementación de industrias se desarrollará
rápidamente bajo condiciones mucho más amigables para el ambiente que en el
pasado, y los arquitectos, ingenieros y desarrolladores estarán sometidos como
nunca antes al escrutinio y exigencia colectiva al respecto del cuidado del
medio ambiente. Difícilmente se aceptará retornar a las mismas condiciones que caracterizaban
al pasado, por lo menos en aquellas sociedades más evolucionadas en la
preocupación ambiental; estimándose una avalancha de nuevas normativas y
exigencias favorables a la ecología y salud ambiental, las que a la larga
terminarán impactando a sociedades en donde la consciencia ambiental es aún
marginal.
Los tres impactos mencionados presentan un elevado grado de
significatividad para la formación de los arquitectos, cuya práctica académica
también está siendo sometida a una notable presión de cambio en la mayor parte
de las escuelas de arquitectura del mundo, buena parte de las cuales ingresó-a
la fuerza-al modo virtual. En Bolivia, todas las escuelas de arquitectura,
apenas empezado el primer semestre o la gestión anual del 2019, se mudaron,
improvisadamente, a la educación virtual. Lo hicieron en el marco de sus
diferentes capacidades, recursos y experiencias de sus propias instituciones,
sus docentes y estudiantes, con éxito tan variable como sus enfoques
institucionales.
Impacto educativo
A nivel global, es previsible que la educación en modo
virtual haya dado un salto gigantesco y que nada impedirá que ésta se desarrolle
en cada vez más estrecha vinculación con la educación presencial o convencional
en los años venideros, consolidando definitivamente los espacios que le fueron
negados por la reticencia previa de los cuerpos docentes, principalmente. Todo
permite prever que la implementación de un modelo educativo híbrido a nivel
formal y masivo será inevitable, con las ventajas y posibilidades que ofrece,
una vez que la fase reactiva viene siendo rápidamente reemplazada por una fase
propositiva capaz de desarrollar nuevas herramientas, metodologías y procesos
en el mediano plazo. El nuevo modelo plantea un desafío notable para una de las
áreas más tradicionales de la educación de los arquitectos: la formación en
diseño. Todo el aparato social-disciplinar montado durante siglos en los
espacios destinados para ello: los famosos estudios o talleres de diseño,
vedettes indiscutibles de las escuelas de arquitectura del mundo, hoy se
encuentran confinados a las redes digitales, con docentes y estudiantes, otrora
conectados cara a cara periódicamente, analizando ideas y procesos de diseño a
distancia, a través de pantallas de computadora o teléfonos celulares.
Considerando que es altamente probable que la formación
virtual no solamente se mantendrá por un largo tiempo como medio principal,
sino que se integrará completamente con los sistemas presenciales, las escuelas
de arquitectura todo el mundo deben esforzarse por encontrar los mecanismos apropiados
para asegurar la calidad académica mientras descubren cómo mantener digitalmente
las ventajas históricas y sociales del campus presencial. Reconstruir el
estimulante ambiente académico del taller de diseño, preservando la calidad y
alcance de su impacto formativo, se convierte en un desafío fundamental para
cualquier escuela de arquitectura. Lo mismo se puede decir de las prácticas en
laboratorio, los ejercicios manuales, las conversaciones en foros informales e
incluso, la interactuación propiciada por la recreación y el ocio académicos,
tan importantes a la hora de definir una verdadera comunidad académica. Este
desafío implica, además de asegurar la capacitación pertinente y proveer la
tecnología apropiada, promover efectivamente cambios actitudinales y
emocionales en todos los actores del proceso educativo, una vez que los escenarios
virtuales e incluso los mixtos (híbridos) demandan ciertos comportamientos,
habilidades y destrezas sociales, intelectuales y emocionales particulares, lo
suficientemente distintas de aquellas propias de las interactuaciones
presenciales, como para justificar su atención, tratamiento y potenciamiento.
La investigación desarrollada en el ámbito académico se puede
ver motivada, de ahora en adelante, a replantear sus objetivos inmediatos y mediatos,
una vez que la serie de impactos previamente mencionados justifican plenamente
un redireccionamiento integral-además de urgente-en cuanto a qué investigar a
nivel disciplinar, con qué enfoque, alcance y propósito. Por primera vez en la
historia de la disciplina, la investigación vinculada al diseño parece ganar
prioridad, en detrimento de las investigaciones tradicionales: historia y
tecnología, y tal jerarquización surge como inexorable como se verá más
adelante. Aunque la investigación urbana ha sido importante en el pasado, hoy
enfrenta un escenario muy diferente a aquel que ha venido estudiando durante
años, en algunos casos trabajando en beneficio de tipos de acciones o
intervenciones que hoy demandan una revisión integral sobre su pertinencia,
sostenibilidad e importancia. La sola probabilidad de que algunas de las
tendencias urbanas más valoradas hasta enero de 2020 puedan verse debilitadas o
sean cuestionadas por diferentes motivos que sacó a la luz la Pandemia, es
motivo más que suficiente para replantear tesis de doctorado y líneas de
investigación consolidadas.
Las actividades de extensión, así como las de interacción
pueden convertirse en instrumentos valiosos para identificar con precisión las
nuevas condiciones espaciales, urbanas y sociales que viven las comunidades e
instituciones. Asimismo, las pasantías profesionales pueden convertirse en
articuladoras importantes para que la academia y la práctica disciplinares
reaten lazos hasta ahora perdidos. Si bien los intercambios sufrirán un
congelamiento relativo, ellos también ofrecen una oportunidad de aprendizajes
globales al respecto de los cambios disciplinares que se vivirán en os próximos
años. Todo ello podrá visibilizarse en los medios impresos o virtuales que la
difusión de los resultados de las investigaciones que se desarrollen en las distintas
universidades.
La gestión o administración académica está sufriendo más que
ninguna otra práctica vinculada a la academia la dinámica de los cambios que la
cuarentena ha impuesto. No solamente que ha visto desaparecer de las aulas,
talleres y laboratorios a sus estudiantes y docentes, sino que ha tenido que
observar a distancia la construcción de nuevas prácticas de enseñanza y
aprendizaje, con una capacidad de seguimiento y de control muchas veces
insuficiente para asegurar el desarrollo efectivo de los diferentes procesos.
La improvisación, la creatividad, la innovación y el modelo
prueba-error-corrección caracterizaron las prácticas académicas desarrolladas
virtualmente, con poco o ningún seguimiento o asesoramiento. Ahora, luego de haberse logrado cierta
estabilidad intermedia, claramente insuficiente en los procesos académicos
improvisados que lograron construir los propios docentes con sus alumnos, los
responsables de la administración académica enfrentan el desafío de construir
un aparato académico trazable cualitativamente, sobre el cual no hay manuales
ni referencias robustas, una vez que los modelos de la tradicional educación a
distancia o virtual no se constituyen en referentes verdaderamente útiles para
un nuevo modelo, cuya hibridez presenta condiciones particularmente inéditas.
En definitiva, y dada la prexistencia del modelo tradicional a escala
estructural en cada institución, la gestión académica tiene el desafío de
construir un modelo particular, lo suficientemente flexible para ajustarse en
el camino durante un buen tiempo, esforzándose por asegurar eficiencia con
eficacia, rigurosidad con calidad, mientras se define el nuevo camino.
Resulta también muy desafiante para los administradores
educativos el que hayan cambiado las prioridades de manera brutal y que tal
cambio se anticipe como duradero. La histórica priorización en infraestructura
física se ve hoy duramente secundarizada en cuanto a inversiones futuras, ante
la urgencia de potenciar otras áreas y actividades. Entre ellas se destaca todo
lo relacionado al área informática y la virtualidad. Las redes y la
accesibilidad informática hoy resultan particularmente críticas para llevar
adelante modelos híbridos en cada escuela, dependientes de plataformas
amigables y adecuadamente alimentadas y de la eficacia y eficiencia de sistemas
de apoyo tecnológico institucionales. Simultáneamente, la accesibilidad es
igualmente fundamental, en cuanto a la posibilidad de uso cotidiano por parte
de todos los docentes y de todos los estudiantes del hardware y software
adecuados a la disciplina, y también en cuanto a la disponibilidad permanente
de conexiones rápidas a Internet.
La capacitación docente, importante en varias escuelas,
enfrenta hoy el desafío de emprender con urgencia inmediata nuevos programas
para sus docentes, en medio de un cambio paradigmático sobre el cual no se
tiene claro cómo terminará definiendo modelos, criterios, metodologías y
procesos; siendo lo único evidente que se necesita un cuerpo docente competente
en el manejo diestro y efectivo de plataformas virtuales, trascendiendo lo
meramente técnico, enfatizando la capacidad de cambio conceptual, metodológico,
pedagógico y didáctico, que logre el compromiso, participación y entusiasmos
del cuerpo estudiantil. Tampoco se debe ignorar las limitaciones respecto al
manejo informático de una parte de los estudiantes, que por diferentes razones (personales,
emocionales, equipamiento, accesibilidad) presentan dificultades para
integrarse a la educación virtual.
Por otro lado, no deja de generar incertidumbre,
especialmente para los gestores de la educación privada, los efectos del
impacto económico de la Pandemia en la matrícula universitaria, lo que podría
implicar reducciones de toda naturaleza, tanto en cuanto a inversiones materiales
como en recursos humanos. En ese sentido, así como se presenta como un desafío
el encontrar un equilibrio entre lo sincrónico y lo asincrónico en los procesos
educativos, habrá que administrar un balance apropiado entre las nuevas
demandas de inversiones generadas por las nuevas prioridades impuestas por la
Pandemia, el confinamiento forzado y los nuevos hábitos sociales.
En general, el panorama para la gestión académica se ha
complejizado significativamente, tanto por la cantidad de tareas nuevas que se debe
enfrentar como por la urgencia dramática de consolidarlas a la mayor brevedad
posible. Lo que se pensaba hacer en 5 o 10 años ahora habrá que pensarlo,
programarlo y ejecutarlo en meses. Ante ello, más allá de concentrarse en las
sombras que parecen amenazar el futuro, es imperativo mirar más bien a la luz
que ilumina a las nuevas oportunidades que surgirán o se construirán en los
meses y años venideros. En ese marco de nuevos desafíos, donde nuevas
competencias son requeridas, el surgimiento de nuevos liderazgos es previsible
en todos los frentes de la disciplina, el diseño, la investigación y la gestión
académica. En todo caso, las oportunidades las tienen todos, sea de
reinventarse, de adaptarse o simplemente, de acomodarse.
OPORTUNIDAD DE ORO
En general, resulta esperanzador reconocer que, muy
posiblemente, el COVID-19, con sus tragedias e imposiciones autoritarias, parece haber dado el impulso que la mayor
parte de la disciplina: profesión (trabajo), gremio (actores) y educación
(formación) necesitaba para salir de un estado casi catatónico o, al menos,
condescendiente con todo lo que ocurría a nivel global o disciplinar. El
escenario o panorama que ofrece el futuro es en realidad, uno de grandes
oportunidades para la arquitectura y el urbanismo. Solamente resta que el
elusivo aparato discursivo (teoría) de la disciplina empiece a construir los
criterios, elementos y factores de análisis para desarrollar la(s) nueva(s)
episteme(s) disciplinar(es). Es una labor de años, en el que participarán todos
los actores de la disciplina, y la única manera de hacerlo responsable y efectivamente,
es a través de la investigación de sus nuevos procesos, técnicas y métodos, en
todos los ámbitos del quehacer profesional, en la vivienda, el equipamiento, la
ciudad, el medio ambiente y la misma educación. Resulta imperativo para todo
esto, que no se reproduzcan los procesos intuitivos y personalistas que
construyeron los paradigmas del Movimiento Moderno, o las proposiciones
fragmentarias y discursivamente obliterantes de las diferentes líneas de pensamiento
y acción posmodernas. Esto que vivimos parece ser, en definitiva, una
oportunidad de oro para la disciplina, la cual surge aproximadamente un siglo
después de la última. No vale la pena perderla.
V.H.L.O.
Santa Cruz de la Sierra, mayo de 2020
NOTAS
[1] Los
intelectuales del ala ideológica autodenominada “progresista” son los que más
insisten en prever que el mundo no cambiará después de la Pandemia, y lo hacen
enmarcados en aspiraciones y proyectos de transformación social que
difícilmente encontrarán espacios de concretización en una sociedad capitalista
globalizada que ha logrado, perversa pero efectivamente, convertir al
cuestionamiento (incluso cuando empoderado y materializado) en un potenciador
de su predominio, tal como lo denuncian-frustrados y desencantados-algunos de
sus exponentes más lúcidos.
[2]
Siendo el
presente documento un ensayo, su estructura y enfoque se fundamentan en las
estructuras epistémicas del autor, construidas a lo largo de 4 décadas, las
últimas dos del siglo XX y las dos primeras del siglo XXI, en el marco de su
experiencia profesional y académica en el diseño, construcción, investigación,
docencia, gestión académica e institucional, obtenida en diversos ámbitos de la
arquitectura, la historia, la educación, el patrimonialismo y el urbanismo. La oración
final “Every uncertainty is a new potential future” es de Beth Comstock.
[3]
Con
esas cifras es evidente que se requerirán décadas solamente para construir las
máquinas capaces de reemplazar los procesos convencionales en una pequeña
fracción de ese mercado disciplinar, sin tomar en cuenta los aspectos
económicos, financieros, logísticos e incluso político-ideológicos.
Un buen y oportuno análisis sobre un tema que tiene a todos bajo la incertidumbre, intuyendo que ocurrirán cambios en todos los ámbitos de la humanidad, entre generales y particulares, pero sin saber como encarar las respuestas y con mayor razón los que nos movemos en el ámbito académico de enseñanza de la arquitectura; este articulo describe a cabalidad lo que esta ocurriendo y los desafíos a los cuales nos enfrentamos. Concuerdo con el autor sobre la oportunidad de oro que se tiene, debemos sin embargo, propiciar más debates sobre el tema, a fin de generar esas respuestas colectivas que nos ayuden a encarar el futuro. Felicidades Victor Hugo Limpias
ResponderEliminarEs sin dudas un particular aporte par ir asimilando la nueva e inexorable realidad en la que nos debatimos en es instante, nos introduce y motiva reflexivamente hacia un pensamiento y actitud proactiva y creativa para encarar los desafios en todas las actividades particulares y colectivas; en suma plantea un inmprescindible análisis para ser actores factibles en el mundo conflictivo impuesto por el COVId-19. Muchas felicidades Victor Hugo y gracias por tu oportuno aporte.
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