miércoles, 29 de abril de 2020

ESCENARIOS POST-COVID-19 EN LA ARQUITECTURA Y EL URBANISMO


“ESCENARIO POST COVID-19: DESAFÍOS PARA LA DISCIPLINA, EL GREMIO Y LOS ARQUITECTOS”*

La conmemoración de los 80 años de vida institucional del Colegio de Arquitectos de Bolivia coincide con la primera crisis de carácter verdaderamente global de la historia de la Humanidad, y con la paralización de actividades más integral de la historia de Bolivia. La cuarentena que implica el confinamiento, en diverso grado, de más de tres cuartas partes de los habitantes del planeta, destinado a controlar la propagación del COVID-19, marca dramáticamente el inicio de la tercera década del siglo XXI, amenazando por un lado, la continuidad de buena parte de las superestructuras que definen a la cultura global contemporánea, mientras que por otro, ofrece grandes e insospechadas oportunidades para revisar, reformular y replantear esas superestructuras y, en general, ese difuso concepto de “orden mundial”. [1]  Esa doble condición de amenaza y oportunidad, resulta potencialmente evidente para el futuro mediato del hábitat, particularmente para el entorno material urbano arquitectónico en donde los arquitectos desarrollamos, directa o indirectamente, nuestro accionar profesional.
La escala, dimensión, alcance, impacto y proyección de la coyuntura actual superan con creces a cualquier evento parecido en la historia humana, por lo que resulta muy difícil pensar que, a la corta o a la larga, el confinamiento global y su enorme impacto social, económico y sicológico no terminará redefiniendo conceptualmente el devenir de la humanidad en las décadas siguientes, al margen-y a pesar-de todos los esfuerzos que realicen los diferentes establishment (globales y locales) por restituir-o preservar-el orden mundial preexistente. No solo que nada será igual, sino que ya no es igual. El cambio ya se produjo, solo que el complejo proceso de catalización (internalización y reformulación) del impacto sufrido por tantos macro-componentes y actores, demandará algún tiempo en consolidarse en ideas, proyectos y obras, sean éstas de enfoque filosófico, ideológico o cultural, de impacto económico, social o político, de intervención material o inmaterial. Es inevitable que el modo en que comprendemos y gestionamos la arquitectura, el urbanismo y el entorno en general sufrirán una transformación significativa en todos sus frentes intelectuales (diseño, gestión) y operativos (construcción, financiamiento).
Desde una perspectiva arquitectónica clásica, en este momento los homo sapiens nos encontramos en medio del proceso de formulación previa de un nuevo gran proyecto, del cual aún no tenemos claro sus objetivos, pero si su propósito: cambiar lo que sabemos y comprendemos que no estaba bien, que no era apropiado ni correcto ni pertinente, desde diferentes ángulos de enfoque y visión. En este marco, no importa que no haya posibilidades de consenso formal, pues el consenso en este caso es la crisis en sí misma, es lo que estamos viviendo y seguiremos viviendo todos por algunos meses más. Por primera vez en su historia, la gran mayoría de los humanos estamos sufriendo el mismo problema, con diferentes matices, pero substancialmente vivimos la misma condición problémica. Al mismo tiempo, las herramientas metodológicas de enfrentamiento y resolución de problemas son muy parecidos entre el norte y el sur, entre oriente y occidente, por lo que es razonable esperar respuestas parecidas, independientemente de la riqueza o la pobreza de una región o país. No habrá como “escapar” a una homogenización estructural, en donde los matices, los detalles y los presupuestos podrán ser diferentes-al igual que su efectividad-pero resulta inevitable compartir un camino relativamente común, queramos o no.
Aunque es posible que el aislacionismo y el proteccionismo retomen temporalmente fuerzas, la interdependencia global quedó demostrada categóricamente con el carácter universal de la infección, que en menos de tres meses alcanzó a todos los países del mundo. Ninguno logró-a pesar del cierre de fronteras-escapar de la pandemia, todos cayeron, y esta imposición indeseada de la globalización se concretizó al margen del PIB, del nivel educativo, de la calidad de vida previa, de la arrogancia o humildad modales de cada nación, de su historia de victorias o de derrotas. En unos países muere el 3% y en otros el 15% de los infectados, pero al final, en todas las naciones el virus mata, pero también, no puede con la mayoría, que sobrevive.[2] En grande, nadie se salva del riesgo pero la mayoría triunfa. Nunca nos fue tan parecido a pobres y ricos, globalmente. Bolivia no escapa a esta caracterización, tan simple y tan contundente.
Es altamente probable que el resultado de esta coyuntura no implicará la total transformación de la realidad existente, sino en la mejoría de aquellos aspectos que el confinamiento y sus efectos inmediatos permiten y permitirán identificar, así como en el marginamiento parcial o total de otros aspectos. El debilitamiento, fraccionamiento y colapso de algunos sistemas, procesos y actividades que el mundo gestionaba cotidianamente es ya un hecho, fenómeno que en varios casos será irreversible, por lo menos en buena medida. En contrapartida, se observa el surgimiento, consolidación y potenciamiento temprano de otros grupos de sistemas, procesos y actividades, algunos nuevos o derivados del confinamiento, varios de los cuales ganarán sostenibilidad y predominio en los años venideros. En ambos escenarios, sea aquello en proceso de marginamiento y de potenciamiento, existen fenómenos que no requieren de mayor investigación y análisis para anticipar cambios inmediatos o mediatos, pero dado que nos encontramos en medio de la coyuntura, todavía es previsible que surjan nuevos elementos y fenómenos, algunos aún por verse o reconocerse, por lo que es recomendable pensar sobre el futuro con cautela así como es necesario mantener la mente y el espíritu abiertos en relación a lo que puede venir, más allá de lo que ya está ocurriendo. Todo lo mencionado aplica a la arquitectura, como disciplina y profesión, a la teoría y la práctica.
A pesar de existir la probabilidad de que casi todo vuelva a la normalidad previa, ésta es demasiado pequeña para actuar en base a la misma, y si ocurriera tal “normalización”, no es razonable confiar en que ese retorno “a lo de siempre” esté garantizado. Lo razonable, lo responsable y lo pertinente, es trabajar con la probabilidad mayor: con la de un gran cambio estructural, más aún cuando ella se fundamenta en una consciencia colectiva legítima de necesidad de cambios estructurales e integrales, en lo ambiental y lo cultural, en social y lo económico; necesidad que este proceso ha puesto en evidencia dramática.
Esperar-y trabajar por-cambios estructurales no es utópico, porque la Humanidad es hoy consecuencia de ideas y sueños planteados y puestos en práctica por generaciones anteriores, que actuaron bajo el liderazgo de un puñado de naciones, las cuales, con virtudes y defectos, definieron el escenario que hoy se encuentra en crisis evidente.[3] Hoy, de manera ventajosa, el sufrimiento y la aspiración de cambios es compartido por la mayor parte de las naciones, por lo que la aspiración-y la esperanza-de cambios reales en el planeta no solo gana legitimidad sino que constituye en una acción de responsabilidad colectiva que, moralmente, esta generación está obligada a enfrentar, reformulando las condiciones estructurales del futuro global. Un cambio integral resulta ahora más que pertinente, dadas las circunstancias que estamos viviendo, tanto desde la perspectiva material (e.g. infraestructura, equipamiento y servicios) como inmaterial (e.g. sicológica, social y económica), y todo ello, en el marco ambiental (la naturaleza) y humano (la cultura).
En este marco contextual inevitablemente dramático, este aniversario institucional debiera constituirse en una oportunidad para la reflexión gremial, a escala institucional e individual, al respecto de lo que hemos hecho y de lo que estamos haciendo, sentando-o al menos, planteando-las bases de lo que haremos en el futuro como gremio, como profesionales y como ciudadanos. La responsabilidad del CAB y los arquitectos de Bolivia, para contribuir propositivamente en la construcción de un futuro que la humanidad espera que sea diferente, es ineludible, moral, ética y profesionalmente. Este “Hacer la diferencia” para nosotros los arquitectos implica reafirmar-en un nuevo marco epistémico-nuestro compromiso ético de contribuir en la construcción de un entorno material más justo, más equitativo y definitivamente, más humano. No es tarea fácil, pues los paradigmas bajo los cuales hemos pensado y actuado en las últimas décadas se encuentran en profunda crisis, y por lo que se ha señalado previamente, se encuentran sujetos a procesos de revisión, reformulación y reemplazo.
Revisiones epistémicas
En el previsible nuevo escenario epistémico disciplinar, parte del problema-no solo para los arquitectos-es que conceptos importantes como “justo”, “equitativo” y “humano” sufren hoy tanto un potenciamiento (por su visibilidad) como un debilitamiento (por su relatividad), una vez que por un lado expresan las aspiraciones y capacidades globales como las debilidades e incompetencias, también globales. Esto ocurre debido a que la Pandemia ha propiciado la revitalización de una antigua confrontación: pragmatismo vs. Idealismo. Así, la poderosa mediaticidad y virtualización de la complejidad operacional y pragmatismo radical que exige la Pandemia, ha convertido lo práctico (lo plausible, lo consolidable, lo programable y financiable) en una condición absolutamente necesaria, críticamente obligatoria para gobiernos y responsables de la salud. La rigurosidad de la ciencia, la proyección estadística y la efectividad de la gestión operativa imponen su ética, trascienden lo convencionalmente aceptado, sacrifican y privilegian sectores sociales, justificando sus decisiones en un marco de frialdad conceptual.  En contrapartida, lo ideal (lo soñado, lo reconocido como justo, correcto e importante) se esfuerza, también mediáticamente, por sobreponerse-y sobrevivir-al rigor del eficientismo pragmatista al cual se reconocen obligados quienes administran la cuarentena, agobiados por las sombrías posibilidades del desborde infeccioso, ejemplificadas con los cadáveres abandonados en las calles de Guayaquil. Los mecanismos que usan ambos posicionamientos éticos (ética pragmática vs. ética idealista) son diversos, desde las campañas concientizadoras y los cuestionamientos políticos, pasando por discusiones antagonizantes de “salud vs. economía” y “prevención vs. tratamiento”, y terminando en bonos, donaciones y otros medios de ayuda al desempleo y la pobreza. Ricos y pobres comparten las mismas disyuntivas y plantean similares respuestas, cada uno en su escala y posibilidades. Los bolivianos participamos activamente de todos estos mecanismos, siguiendo ese espíritu de solidaridad que nos define por un lado, y esa crónica insatisfacción por el otro.
En estos tiempos “líquidos”, desde la perspectiva de Z. Bauman, el COVID-19 derramó pragmatismo y encendió el idealismo, paralela y simultáneamente, planteando un tremendo desafío de gestión y enfoque, cuya complejidad atañe no solo a los políticos y responsables de gestionar la Pandemia, sino para buena parte de las disciplinas y profesiones, como la nuestra. Los discursos de P. Zumthor, J. Pallasmaa y J. Gehl, incluso los viejos textos de C. Alexander, E. T. Hall y J. Jacobs adquieren una importancia inusitada para la discusión arquitectónica y urbana que se viene; no porque nos dicten recetas o soluciones (mientras varios de sus planteos caducan, otros retoman valor en este nuevo escenario), sino porque son ejemplos de enfoque, metodología e investigación que este fenómeno global de confinamiento está demandando para que lo que estamos viviendo-y sufriendo-sirva para algo.
Amenazas y desafíos
En el escenario complejo que está definiendo este confinamiento global, nuestra disciplina se enfrenta a grandes y nuevos desafíos, aparte de los que ya venían planteándose desde principios del siglo XXI. A las amenazas de la virtualización, la fagocitosis corporativista y la mercantilización globalizada de la tierra, la construcción y los servicios profesionales,  se suma el impacto profundo del confinamiento residencial; fenómeno bajo el cual miles de millones de seres humanos están usando, durante interminables semanas, sus viviendas bajo condiciones bajo las cuales no fueron ni pensadas, ni diseñadas, ni construidas, todo ello en ciudades cuya infraestructura y equipamiento que no son posibles de usar como fueron originalmente planteadas. Por primera vez en la historia moderna, la mayoría de los sapiens están experimentado la vivienda y los espacios públicos desde una perspectiva emocional profunda, encerrados en su hogar e inhibidos a usar libremente  los edificios y espacios públicos.
Aunque nadie puede culpar ahora a los arquitectos por las actuales insuficiencias, impracticabilidades e incomodidades sufridas durante el encierro obligado, es perfectamente previsible que esa condescendencia colectiva no ocurrirá en el futuro lejano. Así como se espera que en el futuro la medicina responda a nuevos virus con mayor eficacia y que los políticos se aseguren que los sistemas de salud ganen eficiencia y capacidad,  el mundo del futuro esperará  ciudades, viviendas y edificios capaces de volver más tolerable, manejable y vivible, potenciales futuros confinamientos.
Impacto del confinamiento
Es razonable esperar que la acumulación forzada de vida hogareña (solo, en pareja, familia o grupo), la limitación forzada (en muchos casos, prohibición) del uso y usufructo de los espacios públicos (edificios públicos, calles y plazas), así como la sobre-exposición a la virtualidad, terminen provocando el desarrollo de nuevos enfoques para la vivienda, los edificios públicos y los espacios públicos, generando alternativas de diseño no pensadas previamente. La dimensión integral de lo que significa la humanidad en su relación iterativa con el entorno material y natural es vivida como nunca antes, gracias a la experiencia física y sicológica que se vive directamente, y a la experiencia global que las redes virtuales posibilitan.
Una revisión tipológica profunda se avizora, no solo para las viviendas, hospitales y supermercados (edificaciones más usadas hoy en el confinamiento), sino para aquellas tipologías que no se usan precisamente porque no estaban preparadas para albergar las exigencias de este fenómeno (oficinas, escuelas, universidades, fábricas, centros comerciales). Lo flexible, lo híbrido y lo mutante ganarán espacios por sobre la estandarización, la funcionalización, la especialización. Sin implicar desapariciones tipológicas ni “el final del funcionalismo”,[4] los arquitectos estamos obligados a plantear soluciones capaces de reducir el impacto espacial de fenómenos como el que se vive ahora. Similar problemática aplica para plazas, parques y paseos públicos, hoy clausurados y vacíos, socialmente inútiles.
Siendo el planeta un mundo mayoritariamente urbano, lo rural no escapará a los impactos que derivarán del confinamiento global, debido, por un lado, a la interdependencia entre ambos tipos de ocupación territorial en algunos países, y por otro, al predominio de lo urbano en las sociedades post-industriales. Al respecto de nuestro país, es lícito esperar un gran impacto en la ruralidad boliviana, no solo porque ya sea un país con más de dos tercios de su población viviendo en ciudades, sino porque presenta un grado de vinculación campo-ciudad mucho mayor que otras sociedades latinoamericanas, debido a que la migración interna es un fenómeno relativamente reciente, y buena parte de los nuevos habitantes urbanos mantienen lazos estrechos con sus comunidades de origen.
El potenciamiento de las herramientas virtuales, tanto nivel profesional, como educativo, de gestión, control y seguimiento de actividades, así como su proyección laboral: el teletrabajo, vienen acompañados de grandes oportunidades pero también de amenazas implícitas. La expansión de la virtualización de las actividades favorece a la internacionalización del trabajo profesional en sus diferentes ámbitos, conformando un escenario laboral mucho más competitivo que el actual, con inevitable impacto en la accesibilidad, la competitividad, el salario o ingresos, entre otros aspectos. Mientras el  desarrollo de la inteligencia artificial y la construcción en 3D ofrecerán nuevas oportunidades y la expansión del teletrabajo, la telemedicina y la teleducación, potencialmente reducirían la demanda de nuevas inversiones en infraestructura en esos y otros ámbitos, la revisión tipológica, a escala urbana y arquitectónica, así como la revisión inevitable de los procesos constructivos, derivados de las pautas de salubridad que se están imponiendo, conforman un nuevo escenario profesional para los arquitectos, extremadamente abierto e incierto, sin duda cargado de oportunidades, pero también, de amenazas.
Imprevisibilidad y camino abierto
Como se señaló al inicio, es aún temprano para anticipar cómo se manifestarán espacialmente las demandas que surjan de esta vivencia colectiva del confinamiento residencial de la Humanidad, con la reticencia al uso masivo del espacio público que implica. La disciplina entera (teoría, educación, diseño, construcción, gestión, etc.) se encuentra bajo el escrutinio, el análisis objetivo y subjetivo que promueve la vivencia existencial de la realidad actual, la cual está siendo y será sometida a investigaciones de diversa naturaleza (funcional, tecnológica, espacial, vivencial, sicológica, social, etc.), las que tocarán en profundidad sus aspectos teóricos y de praxis. De esta manera, es natural esperar que, en poco tiempo, miles de mentes capacitadas, observadoras, reflexivas, cuestionadoras y creativas (a veces todas esas cualidades simultáneamente), produzcan las semillas de cambios estructurales en la comprensión del entorno, de la ciudad y de la arquitectura en sus más variados aspectos. Como en toda revolución epistémica, de renovaciones paradigmáticas, es muy probable que todos hayamos vuelto a “cero” hoy.[5]
Se concluye recordando que esta gran crisis global, con sus dramas, efectos e impactos, aun impredecibles, terminará tarde o temprano. Después del COVID-19 y sus cuarentenas[6], el mundo continuará y dependerá de cada ciudadano anticipar o decidir cómo se desenvolverá en el futuro que se viene, muy probablemente “nuevo y distinto”. Por todo lo comentado previamente, el desafío fundamental para las disciplinas (e.g. la arquitectura, el urbanismo), las instituciones gremiales (e.g. el Colegio de Arquitectos de Bolivia, colegios departamentales de arquitectos) y los profesionales (e.g. los arquitectos) es aprovechar lo que todo indica será la mayor oportunidad que la historia les otorgue después de la 2da. Guerra Mundial: de “hacer la diferencia”, en beneficio de la sociedad, del país y la Humanidad.
Sorpresivamente, es altamente probable que los 80 años del CAB coincidan con un punto de inflexión notable de la historia de la arquitectura y el urbanismo. La cuarentena ha sacado del letargo a la disciplina y al gremio. Extraordinariamente, para los arquitectos, de la vieja o la nueva guardia, y especialmente para los que se están formando como tales, el camino del futuro se presenta inusitadamente abierto, mucho más amplio y diverso que nunca antes.

Victor Hugo Limpias Ortiz, Ph. D.

*Este ensayo fue publicado el 25 de abril de 2020, en ocasión del 80mo. Aniversario de la fundación del Colegio de Arquitectos de Bolivia, en la página oficial del CENA-CAB. La celebración del aniversario fue virtual, una vez que coincidió con la cuarentena boliviana que empezó el 22 de marzo y se espera concluir el 10 de mayo.

NOTAS


[1]        Aunque se conoce de cuarentenas de ciudades desde tiempos bíblicos, de países en épocas medievales, así como pestes que afectaron un continente entero, jamás tales fenómenos ocurrieron a escala global, ni en tiempo tan breve ni presentaron tamaño impacto en las mentes y vidas humanas como el producido por el COVID-19. El drama de una Inglaterra o una Venecia, confinadas en cuarentenas relativamente largas en el pasado, no tenía ninguna posibilidad de cambiar al  mundo, solo de cambiarse a sí mismas. Dado que todos los antecedentes no son fenómenos comparables, salvo en términos médicos, no es razonable anticipar que la Pandemia actual tal vez no produzca mayor impacto en el futuro.
[2]        La proporcionalidad de fallecimientos causados por el COVID-19 es aún incierta, una vez que la cantidad de infectados no presenta una relación inmediata directa con los fallecidos, cuya cantidad debiera compararse estadísticamente con la cantidad de infectados de dos o tres semanas antes. La proporción definitiva de mortalidad del nuevo coronavirus solo podrá conocerse, en cada país y en el mundo, cuando haya terminado la Pandemia.
[3]        El mundo de hoy, en buena medida, es consecuencia de los acuerdos de la post-guerra de 1939-45, el último-tal vez el primer-fenómeno verdaderamente  global que vivió la Humanidad (la mitad en acción y la otra mitad, preocupada por saber a quién apoyar y quien ganaría). La ciencia y la tecnología que hoy nos permiten seguir de cerca lo que ocurre al otro lado del mundo, entre otras ventajas contemporáneas (turismo, economía, educación, salud, etc.), se desarrollaron principalmente en esos años y su aplicación global es consecuencia de esos acuerdos internacionales (vía ONU, UNESCO, OMS, OCDE, TPI-Haya, OTAN, OEA, FMI, Interpol, etc.)
[4]        En realidad, más bien podría anticiparse que es previsible un “nuevo funcionalismo”, que aplique los criterios-combinados y sistematizados-de aislamiento, distanciamiento social, fácil desinfección, etc.
[5]        Este concepto de “volver a cero” se aplica en situaciones intelectuales en donde es necesario empezar de nuevo, desde la construcción de la armazón paradigmática, una vez que lo pre-existente, yo no resulta útil.
[6]        Es altamente probable que las cuarentenas se den de manera cíclica en los meses siguientes, en función de la efectividad de los procesos de control de la epidemia en cada país.